Sin ella el pastel no sabía igual.


comía la tarta de arándanos con mucho énfasis, entre bocado y bocado, se paraba a verme, sin pronunciar palabra, y seguía comiendo.
Oía crujir la capa de galleta entre sus dientes, rápido, con cada mordisco, también como la salsa de arándanos le inundaba la boca. A veces no me resistía a limpiarle los restos de dulce que le quedaban por las comisuras de su boca, no se si con un paño, o a besos.

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