Lo que el vinilo solía gritar, alla por los cincuenta


no ha faltado en años, a su cita de los viernes con su mujer, su botella de vino y la cama de matrimonio, que tantas veces había desecho.
Colocó su vinilo favorito en el fonógrafo, que lentamente empezó a arañar el disco, consiguiendo unas dulces notas, que se enredaban unas con otras, peleaban por entrar en sus oídos y formaban un preciosa melodía, que tanto les habían hecho mover los pies en sus años dorados.
Esta noche, volvía a ser la reina del baile con sus pasos, firmes y a la vez dotados de cierta elasticidad, le daban sensación de parecer flotar, muchas fueron las veces en las que entró en mi estudio y apoyándome sus manos perladas en mis ojos me sorprendía.
Bailamos hasta las doce y cuarto de la noche, me gustaba masticar los segundos junto a ella, dejaban un sabor, como el de un trozo de pan en la boca.
Da igual lo que el vinilo grite, siempre, seremos jóvenes.

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